LOS CONDENADOS DE ANANEA
Una
vez, hace mucho tiempo, me contó un amigo e inicio su relato así… “Un grupo de
jóvenes fuimos a catear una mina en el nevado de Ananea… En mi afán de
conseguir lo que tanto ansiábamos me separé del grupo y me perdí.
Aunque
de lejos esta ciudad Ananea parece llana, llegando a sus faldas se ve que tiene
profundos precipicios, elevaciones, grutas, grietas… me quedé extasiado con
tanta belleza de figuritas que se formaban entre el hielo, la nieve y las rocas…
Todo me parecía tan hermoso, que dejé de pensar en mis amigos y estaba
extasiado con ese mundo de ensueños hecho de hielo, nieve y piedra. El viento
de los nevados me despertó de mi arrobamientos e inicie la búsqueda de mis
compañeros;… De pronto escuchaba en el viento como un lamento que poco a poco
se hacía más fuerte. Para darme fuerzas me dije a mi mismo:” “Es el viento no
pueden ser lamentos…. Es el viento pero; el ulular se hacía cada vez más fuerte, más audibles y ya no parecía solo
el viento.


Eran
lamentos, desgarrados, muy tristes. Los mineros estamos acostumbrados a todo,
por eso no me dio mucho miedo, pero la verdad tenía un poco de temor, no sé
porque. De pronto, caminando me encontré frente a una hondonada agreste formada
por rocas y hielo parecía un profundo ruedo de toros. De allí salían los
lamentos. “Es el viento” me volvía a repetir para darme ánimos. Pero no era el
viento. Me esforcé para ver y escuchar mejor; y lo que vi me llenó de pavor. En
el fondo había unos seres que se aferraban a las piedras y al hielo
pretendiendo salir del foso, Avanzaban… resbalaban.. y caían; y volvían en su
intento una y otra vez. Eran seres esqueléticos cadavéricos, cubiertos de
andrajos. Esa visión aterradora vaga aun en mis recuerdos y algunas veces
tiemblo a su solo recuerdo, porque ha sido lo más tétrico que he visto, oído y
sentido en mi vida.
Esa
combinación de lamentos angustiosos y la desesperación de esos entes por querer
ganar la altura y en dos intentos cada vez fallidos y su terca persistencia
para nuevamente reiniciar el intento ululando… aullando… gimiendo a cada
instante sin descanso.

Autor: Edwing Valencia Chacón
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