BAYETA PARA EL DIABLO
Aún
el día sigue de noche, Pero ya se puede sentir el crujir del ichu cuando pasan
las usutas apuradas como queriendo ganarle al cielo antes que se despierte. Los
pasos se hacen cada vez más precipitados, ya no caminan ahora corren, no
importa el frío intenso castigando al Altiplano, no importa el viento que corta
cual navaja los pies, las manos y el rostro del caminante. Ha salido de Putina,
atrás puede distinguirse al Alqamarini, imponente, cuidando a la ciudadela,
tras ella despidiéndose las pocas estrellas que todavía vibran en sus últimos
suspiros de vida.
El
tiempo considera es su enemigo. Necesita fuerza, entonces unas hojas de coca
salen de la chuspa atrapadas por sus manos rajadas y arrugadas, éstas son
llevadas a su boca con ademán que denota destreza y siente calmar el aliento
caliente hecho humo, las hojas son picchadas con tal cuidado que ni una coquita
se cae. La caminata continúa, lleva en la espalda su atado y ahí la razón de
tanta prisa.
Cruza
el puente Churura, las aguas le acompañan en su misterio, y sin mirar atrás
empieza a correr, recién comienza la verdadera partida, sus ojos son fríos y
tiesos, su cuerpo parece estar poseído, no voltea; cada vez los pasos son más
rápidos, cada vez el aliento es sofocado por las hojas sagradas que son
masticadas logrando sacar el jugo que tranquiliza su desesperación por llegar a
su destino.
Al
llegar a la hacienda Churura da un giro inesperado a su izquierda, divisa un
objetivo cual ave de rapiña, hasta cazar a su presa, nada lo distrae, camina en
línea recta, no lo impide los bofedales, los charcos de agua, ni las hojas
cortantes, que tiñen de rojo al rozar sus pies, el solo quiere llegar a su
objetivo como si fuese una flecha en busca del blanco perfecto. No siente
dolor, solo las ansias de llegar antes que el Astro Rey.

Extrae
con mucha firmeza prendas de bayeta que él mismo había confeccionado siete días
enteros sin dormir con tanto esmero. Pero ahí estaba ofreciéndolo, era un
pantalón blanco, una chaqueta del mismocolor, un cheleco negro y otra prenda no
conocida de color rojo, parecía un cuchillo pero con dos puntas largas como si
ahí se guardasen unos cuernos.
Fue
entonces que el cielo se hizo claro. El campo recibía los primeros pasos de los
pobladores que iban a sus chacras, de los que llevan su ganado o de los
viajantes que se movilizaban por esos lugares. Se siente descubierto, hace el
ademan de estar lavando las prendas de bayeta, pero de pronto escucha un
quejido que no es humano, los dos ojos de agua brillan y se muestran como
enojados, el ambiente cambia, se siente el aire de ira, nuestro personaje tiene
miedo, siente que ha fallado. Para su mala suerte, alo lejos entre los cerros
tras la ciudad, nace un círculo anaranjado gigante proyectando sus primeros
rayos de luz. Todo está perdido.
De todas maneras, apuradamente, junta las
prendas lo ofrece a los ojos calientes, empieza a ingresarlos uno por uno,
coloca el pantalón el ojo izquierdo, luego en el derecho, la chaqueta,
nuevamente en el los ojos empiezan a girar cual remolinos y son devoradas las
prendas hasta el interior y perderse.
Finalmente
acabó, -espero le haya gustado-, susurra. Se pone de pie, es hora de regresar.
La
gente camina y camina y solo vio cómo un hombre muy temprano estuvo lavando
prendas de bayeta. Acomoda su atado ya
vacío, comienza el regreso, sus ojos son otros, su cuerpo ya no es pesado
parece que hubiera despertado de una posesión misteriosa.
Camina
y camina muy pensativo, pensando -¡Le habrá gustado la ofrenda? ¿Se habrá
molestado porque la gente me vio?, es cosa de esperar-.
Cuando
cruza por el río, puede observar parte de su ofenda triturada, era el pantalón
de bayeta totalmente destrozado, como arrancado de cólera.
Baja
la cabeza y pronuncia asustado –está enojado- En ese instante escucha una voz
que no es humana. Fallaste, ahora viajarás al infierno- su cuerpo se enfría,
continúa la amenaza, -yo mismo te llevaré, mañana entrarás a través de mis dos
ojos-.
Al
día siguiente, cuando todavía no canta ningún gallo, cual sonámbulo, camina
nuevamente el desgraciado, con dirección a los dos ojos de agua, camina y
camina, con mucha prisa. Sin mirar a otro lugar que no sea los pozos, ingresa
al ojo izquierdo, para nunca más regresar.
Cada
mañana, si ves a un hombre lavando prendas de bayeta a cinco kilómetros de
Putina, frente a la hacienda Churura, es solo un ademán.
Pues
está vistiendo al diablo para que pueda caminar entre nosotros, pero su prenda
solo durará un día por ello cualquier día te llamará para que tú también lo vistas,
pero recuerda, tienes que cumplir la tarea antes de que salga el sol, de lo
contrario, te llevará a su casa, a través de la puerta del infierno, que hoy
todos conocen con el nombre de “Infiernillo”.
Autor: Rubén Darío Salas
Nalvarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario