domingo, 14 de julio de 2019


BAYETA PARA EL DIABLO
Aún el día sigue de noche, Pero ya se puede sentir el crujir del ichu cuando pasan las usutas apuradas como queriendo ganarle al cielo antes que se despierte. Los pasos se hacen cada vez más precipitados, ya no caminan ahora corren, no importa el frío intenso castigando al Altiplano, no importa el viento que corta cual navaja los pies, las manos y el rostro del caminante. Ha salido de Putina, atrás puede distinguirse al Alqamarini, imponente, cuidando a la ciudadela, tras ella despidiéndose las pocas estrellas que todavía vibran en sus últimos suspiros de vida.


El tiempo considera es su enemigo. Necesita fuerza, entonces unas hojas de coca salen de la chuspa atrapadas por sus manos rajadas y arrugadas, éstas son llevadas a su boca con ademán que denota destreza y siente calmar el aliento caliente hecho humo, las hojas son picchadas con tal cuidado que ni una coquita se cae. La caminata continúa, lleva en la espalda su atado y ahí la razón de tanta prisa.
Cruza el puente Churura, las aguas le acompañan en su misterio, y sin mirar atrás empieza a correr, recién comienza la verdadera partida, sus ojos son fríos y tiesos, su cuerpo parece estar poseído, no voltea; cada vez los pasos son más rápidos, cada vez el aliento es sofocado por las hojas sagradas que son masticadas logrando sacar el jugo que tranquiliza su desesperación por llegar a su destino.
Al llegar a la hacienda Churura da un giro inesperado a su izquierda, divisa un objetivo cual ave de rapiña, hasta cazar a su presa, nada lo distrae, camina en línea recta, no lo impide los bofedales, los charcos de agua, ni las hojas cortantes, que tiñen de rojo al rozar sus pies, el solo quiere llegar a su objetivo como si fuese una flecha en busca del blanco perfecto. No siente dolor, solo las ansias de llegar antes que el Astro Rey.
Al fin llega, tiene delante de él dos ojos de agua cada uno de tres metros de diámetro, es agua pura, es agua sagrada. Todo el lugar es extremadamente frío, pero misteriosamente los dos pozos tienen agua caliente y cristalina. Se acerca, puede observarse en cada uno de ellos, como si fuesen espejos. Tiene rostro ovalado, pero su chullo lo hace ver estirado, ojos penetrantes y oscuros, sus mejillas cubiertas por barba rala y su boca con bordes verdes, al mirarse siente pena de un hombre castigado y miserable. Una lágrima, cae y la figura se desvirtúa y cambia ahora ve a un ser maligno, espantoso ya conocido por él. Se arrodilla baja suavemente su atado, en el piso le hace reverencias, pronuncia palabras que no se entienden, sin embargo del balbuceo puede distinguirse – espero te guste-.

Extrae con mucha firmeza prendas de bayeta que él mismo había confeccionado siete días enteros sin dormir con tanto esmero. Pero ahí estaba ofreciéndolo, era un pantalón blanco, una chaqueta del mismocolor, un cheleco negro y otra prenda no conocida de color rojo, parecía un cuchillo pero con dos puntas largas como si ahí se guardasen unos cuernos.
Fue entonces que el cielo se hizo claro. El campo recibía los primeros pasos de los pobladores que iban a sus chacras, de los que llevan su ganado o de los viajantes que se movilizaban por esos lugares. Se siente descubierto, hace el ademan de estar lavando las prendas de bayeta, pero de pronto escucha un quejido que no es humano, los dos ojos de agua brillan y se muestran como enojados, el ambiente cambia, se siente el aire de ira, nuestro personaje tiene miedo, siente que ha fallado. Para su mala suerte, alo lejos entre los cerros tras la ciudad, nace un círculo anaranjado gigante proyectando sus primeros rayos de luz. Todo está perdido.
 De todas maneras, apuradamente, junta las prendas lo ofrece a los ojos calientes, empieza a ingresarlos uno por uno, coloca el pantalón el ojo izquierdo, luego en el derecho, la chaqueta, nuevamente en el los ojos empiezan a girar cual remolinos y son devoradas las prendas hasta el interior y perderse.
Finalmente acabó, -espero le haya gustado-, susurra. Se pone de pie, es hora de regresar.
La gente camina y camina y solo vio cómo un hombre muy temprano estuvo lavando prendas de bayeta. Acomoda  su atado ya vacío, comienza el regreso, sus ojos son otros, su cuerpo ya no es pesado parece que hubiera despertado de una posesión misteriosa.
Camina y camina muy pensativo, pensando -¡Le habrá gustado la ofrenda? ¿Se habrá molestado porque la gente me vio?, es cosa de esperar-.
Cuando cruza por el río, puede observar parte de su ofenda triturada, era el pantalón de bayeta totalmente destrozado, como arrancado de cólera.
Baja la cabeza y pronuncia asustado –está enojado- En ese instante escucha una voz que no es humana. Fallaste, ahora viajarás al infierno- su cuerpo se enfría, continúa la amenaza, -yo mismo te llevaré, mañana entrarás a través de mis dos ojos-.
Al día siguiente, cuando todavía no canta ningún gallo, cual sonámbulo, camina nuevamente el desgraciado, con dirección a los dos ojos de agua, camina y camina, con mucha prisa. Sin mirar a otro lugar que no sea los pozos, ingresa al ojo izquierdo, para nunca más regresar.
Cada mañana, si ves a un hombre lavando prendas de bayeta a cinco kilómetros de Putina, frente a la hacienda Churura, es solo un ademán.
Pues está vistiendo al diablo para que pueda caminar entre nosotros, pero su prenda solo durará un día por ello cualquier día te llamará para que tú también lo vistas, pero recuerda, tienes que cumplir la tarea antes de que salga el sol, de lo contrario, te llevará a su casa, a través de la puerta del infierno, que hoy todos conocen con el nombre de “Infiernillo”.
Autor: Rubén Darío Salas Nalvarte.


No hay comentarios:

Publicar un comentario